Posts

DÍA 3

 ¿Cómo estás? Hoy es viernes y me acordé de vos. Siempre te recuerdo los viernes, vaya una a saber porqué. Vos y yo sabemos que memoriosa nunca fue un adjetivo que pudiera describirme. Te escribo sentada en el sillón. Más bien, echada en el sillón. Ayer caminé mucho y el cuerpo se resiente. También creo que estoy cultivando un resfrío, o es simplemente el cansancio acumulado del último día de la semana. ¿Último día? Si aún fuera estudiante, quizás, pero desde que empecé a trabajar el último día de la semana siempre es otro. Mañana me levanto temprano, tengo radio. Escucho la voz de Juan, hablando en el estudio. También está Augusto pero él habla menos. No tanto como antes, pero las intervenciones de Juan siguen siendo las más. Desde donde estoy, veo el polvo acumulado sobre los muebles. Nunca le presto atención y ahora que sé que está ahí, tampoco voy a hacer algo al respecto. No me quita el sueño.  Mientras espero un delivery (ayer compré un bolsón de verduras y vienen a traerme unas

DÍA 2

Cuando el transportista dejó de buscarnos a mi hermana y a mí para llevarnos al colegio, mamá nos inscribió en la escuela San José de mujeres que, si no recuerdo mal, quedaba a nueve cuadras de casa. Sólo nueve cuadras. Aunque eran cuadras largas, de descampados donde jugábamos al fútbol y calles de tierra, no tenía comparación con los cinco kilómetros que nos separaban de la Sara Faisal. Con el transportista no sabemos qué pasó. Un día simplemente dejó de venir y sin avisar. Mamá lo llamó y él se justificó diciendo que nuestra casa de Matheu al 700 le quedaba muy a tras mano (estoy segura de que era cierto, por aquel entonces la ciudad no estaba extendida hacia el Norte como ahora). A mi vieja la recuerdo furiosa y sin pelos en la lengua. Nunca fue tímida para el reclamo. La escuela San José de mujeres era, claro, confesional. De verdad, la única razón por la que asistimos a ese colegio fue por la cercanía porque en casa no éramos practicantes. ¡Incluso tuvimos que bautizarnos para qu